La Gran Sabana

marzo 26, 2017


Todos los venezolanos tendríamos que ir, por lo menos una vez en la vida, a La Gran Sabana, todos deberíamos vivir esa emoción tan profunda, es una inyección en las venas de asombro y estupor, que nos eriza la piel, nos aguarapa los ojos y hace que el Alma Llanera retumbe en el pecho.
Texto y fotos: Eduardo Monzón
Esos primeros segundos en los que ves por primera vez  los tepuyes desde la carretera son la cumbre de la venezolanidad, el grado máximo de nacionalismo, el orgullo más sincero y entrañable que podemos experimentar hacia nuestro suelo.


En Venezuela hay carreteras muy bonitas, pero la Troncal 10 es un espectáculo magistral segundo a segundo, además un regalo que nos permite ingresar por tierra al Parque Nacional Canaima. Muchas personas todavía se confunden, es bueno aclarar que este parque es tan extenso que está dividido en dos extremos, el occidental –donde está el Salto Ángel y hay que llegar en avioneta- y el oriental, donde se ubica La Gran Sabana, el Roraima y se puede llegar por carretera.

Si salen bien temprano de Puerto Ordaz, agarran carretera y van a ir pasando por distintas poblaciones del estado Bolívar: Upata, Guasipati, El Callao, Tumeremo, El Dorado y Las Claritas. A eso de las tres de la tarde pueden estar por entrar a la Sierra de Lema, una constante subida rodeada de bosque denso que tapa toda la vista, es justo en ese momento que deben estar alerta y poner toda su atención en la carretera, sin previo aviso el bosque se acaba y se abrirá ante sus ojos el paisaje más enorme que hayan visto en su existencia, inmensidad de lado y lado. Es como para quedarse sin aliento.


El plan básico en La Gran Sabana es seguir la carretera e irse deteniendo en cada uno de los atractivos, casi todos están muy bien señalizados y a poca distancia de la vía. Les voy a comentar sobre varios lugares que he tenido el placer de conocer, aunque me faltan muchos, no vayan a pensar que esto es lo único que hay que visitar.

Rápidos de Kamoirán

Suele ser un parador turístico con mucho movimiento porque hay una estación de gasolina,  que en La Gran Sabana es como un refresco frío en el desierto. Lamentablemente las instalaciones están deterioradas y descuidadas, todo es un tierrero, pero pueden comprar artesanía, tomar café y comer algo. Lo ideal es que caminen hasta el río, que es lo que realmente vale la pena, para que vean sus pequeñas caídas de agua y si se animan se dan el primer baño sabanero.


Salto Kawi

Es un lugar mucho más bonito que el anterior, aunque igual de sencillo en infraestructura. Hay un salto muy llamativo para ver, aunque no tan alto, deben pagar entrada pero el precio es una tontería. Es un buen lugar para acampar, hay mucho espacio y se nota que son estrictos con las normas, nada de música ni bochinche hasta la madrugada.




Salto Kamá

Casi a un lado de la carretera se encuentra este espectacular salto, con unos 60 metros de alto. Es increíble la fuerza con la que se lanza el agua y el ruido que produce, verlo es energía pura. Hay un sendero por el que pueden bajar para observar casi de frente la corriente de agua de colores. También es un lugar chévere para acampar, al menos en temporada baja, lo tengo en mi lista de pendientes.




Mirador El Oso

Debe ser el mejor lugar para detenerse a ver los tepuyes, hay un desvío en la carretera hasta un punto que casi  parece un balcón sobre la sabana, desde ahí se observan 6 de los 7 tepuyes que conforman la cadena oriental: Ilú, Tramen, Karaurín, Wadakapiapue, Yuruaní y Kukenán. Ojalá tengan la fortuna de ver el paisaje despejado, es magia pura.




Quebrada Pacheco

También está junto a la carretera y hay dos  áreas para darse un baño. Primero hay un gran pozo esmeralda con una cascada no muy alta, por donde sale veloz el agua, es perfecto para nadar y refrescarse. Más adelante está una caída de agua inmensa, con piedras enormes de colores, aquí lo interesante es caminar con mucho cuidado hasta la pared para recibir los chorros de agua, es la mejor inyección de vitalidad. Si se van caminando desde ahí llegan a La Piscina, otra poza de agua que es un edén.




Salto Yuruaní

Si tuviera que elegir, este sería uno de mis lugares favoritos en La Gran Sabana, esta caída de agua los dejará con la boca abierta, con su tamaño, sus colores y la frescura de su río que parece un elixir para la vida. Hay que desviarse al pasar sobre el gran puente sobre el río Yuruaní. Mosca con querer pasar por detrás de la cortina de agua sin equipos de seguridad y guías, porque tal vez no lo cuenten. Lo mejor es observar la gran cascada desde un lado y bañarse río abajo, donde la corriente no es tan fuerte.


San Francisco de Yuruaní

Es el pueblo epicentro en La Gran Sabana, al igual que Santa Elena de Uairén,  aquí van a encontrar varias posadas, restaurantes sencillos para comer y un gran corredor frente a la vía para comprar recuerdos del viaje y artesanía local. En San Francisco pueden conseguir guías y porteadores si deciden subir el Roraima a lo loco (cosa que no recomiendo, pero pasa). Aquí hay un gran campo de fútbol con grama muy verde que en temporada alta sirve de área de camping. Caminen por el pueblo y conozcan a los pemones que son pura mística.


Quebrada de Jaspe

Es uno de esos lugares emblemáticos de La Gran Sabana, sus piedras increíblemente rojas y su agua fresca son un regalo excepcional. Deben pagar una entrada y subir unas largas escaleras para luego caminar hasta la quebrada, es importante que se muevan por la piedra con medias para evitar caídas, esta recomendación aplica en todos los ríos en los que se bañen. Se tienen que meter bajo los chorros de agua, es lo máximo.




El buen comportamiento

Solamente a un tarado se le puede ocurrir manejar tantas horas y llegar a uno de los lugares más tranquilos del país para poner un musicón a todo volumen hasta la madrugada. Solo a un imbécil se le puede antojar lanzar basura desde la ventana del carro estando en uno de los destinos más bellos de su país. Solo a un inmaduro se le puede ocurrir escribir su nombre en una piedra sagrada que tiene miles de años. Por favor, no sean tarados, imbéciles ni inmaduros. Al menos no en La Gran Sabana.





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